Siempre:
Trovadores recitan vuestras andanzas,
clérigo rezan sus faltas,
juglares hacen muecas vanas,
y caballeros disputan hasta el alba.
En alcobas y establos,
armerías y lacenas,
torres y almenas,
palcos y herrerías,
vientos traen ocres aromas,
guerra mal trecha, amores y odios,
sin darse tregua.
Bullicio atronador,
repiqueteos de atenazadores martillos,
dentadas sierras silbantes,
turbadora confusión,
alrededor de la plaza de armas,
vos tan serena, tan llena de bondad,
entre tanta miseria, del sin sentido,
ay, la plaza de armas.
Proveedora tempestad,
futura tormenta, tan necia vanidad,
de posesión de lo vencido, olvido de lo perdido,
y soñadores sin sueños que albergar.
Doncellas calmando a sus amas,
cogiéndoles sus heladas almas,
sobre regazos sin alas,
y blandir de espadas con hojas bañadas.
Oíd, oíd la cántica,
que compuso el mismísimo amor,
en vuestro mirar, sé inspiro,
y en esas manos,
donde habitar quisiera yo,
y en esa risa,
donde resarcirse torturador,
oídla, oídla, es para vos.
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